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martes, 29 de julio de 2008

México necesita reinventarse para avanzar

Los Estados Unidos enfrentan una crisis económica sin precedentes, aunado a la incertidumbre asociada con un año de elecciones presidenciales. Todo esto implica un riesgo importante para nuestro país. Afortunadamente, también estamos observando cómo la estrategia de diversificación que México comenzó a implementar hace algunos años nos ha resguardado, hasta cierto punto, del impacto de esta crisis.

Los exportadores mexicanos han sido capaces de reducir paulatinamente nuestra dependencia de los Estados Unidos. Como bien sabemos, México cuenta con una amplia red de tratados comerciales así como de tratados para evitar la doble tributación. El buen aprovechamiento de dicha red por parte de nuestros empresarios está comenzando a dar frutos.

Por otro lado, nuestro mercado interno se ha venido consolidando como un generador sólido de crecimiento económico. Hubiera sido impensable hace algunos años que México pudiera reportar variables macroeconómicas más robustas que las de Estados Unidos. Hoy por hoy, tenemos una posición más sólida en términos de balance fiscal, inflación y crecimiento que nuestro principal socio comercial. Tal vez la terrible experiencia de la crisis de 1994 nos ha enseñado –finalmente- a ser mucho más disciplinados con las finanzas públicas.

No cabe duda que Estados Unidos enfrenta retos importantes en diversos frentes económicos: Un déficit fiscal récord -482 billones de dólares, el déficit más grande en su historia, según la estimación más reciente de la propia Casa Blanca- causado tanto por el gasto en la guerra de Irak como por el plan de estímulos económicos y de reducción de impuestos. Una crisis hipotecaria que, a un año de haber comenzado, parece no mostrar signos de mejora. Varios economistas predicen que las pérdidas por hipotecas incobrables alcanzarán los 1,000 billones de dólares este año, lo cuál también será una cifra nunca antes vista.

En los últimos meses el sector financiero estadounidense ha comenzado a debilitarse de una manera preocupante. Ya se registró la quiebra de un banco en California –IndyMac Bank- y la cual se ha catalogado como la mayor quiebra de un banco comercial en la historia de ese país. En meses pasados la Reserva Federal tuvo que intervenir para rescatar al banco de inversión Bear Sterns, y grandes instituciones financieras como Citibank, Wachovia, Merryl Lynch y Bank of America han tenido que salir a buscar incrementos de capital para mantenerse a flote, diluyendo de paso a los accionistas actuales.

Ante la debilidad de nuestro vecino del Norte y un panorama internacional por demás incierto, nuestro país no tiene opción más que seguir por el camino de las reformas estructurales. No podemos detener el avance de dichas reformas sólo por caprichos políticos o nostalgias innecesarias. El pasado de nuestro país es glorioso, pero no podemos quedarnos viviendo en ese pasado para siempre. Urge modernizar este país para hacerlo más competitivo. Tenemos que aprovechar nuestra condición de mercado emergente para lograr las tasas de crecimiento que incentivarían la inversión pública y privada, tan necesarias para apuntalar nuestro desarrollo.

La reforma energética y la reforma laboral son dos escalones que nos permitirían ganar mayor independencia y competitividad. El debate político que se ha dado en torno a la reforma energética ha sido muy positivo. Todos los puntos de vista deben ser escuchados y analizados objetivamente, de forma pacífica y civilizada, y con un verdadero espíritu conciliador y progresista. Tenemos que poner a México nuevamente en el mapa de los países más importantes en cuanto a producción de petróleo. Con el precio del crudo en niveles récord, sería una irresponsabilidad histórica el no aprovechar esta coyuntura.

En conclusión, vemos que la posición dominante que gozaba Estados Unidos hasta hace algunos años se ha visto mermada profundamente. Nadie sabe si esta es una crisis temporal o el inicio del fin del gran imperio americano. Pero ante cualquier escenario, lo que es un hecho es que nuestro país no debe perder tiempo en reinventarse para enfrentar mejor los retos del siglo XXI. Tanto a nivel personal como de país, reinventarse es un proceso complicado y doloroso pero siempre necesario.
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